AVISO IMPORTANTE: Somos optimistas

optimista

Somos optimistas. Y por eso desde TreeCreativity queremos que os unáis a nosotros en este preludio de lo que será el amanecer a la nueva realidad, la que entre todos nosotros construyamos.

   
Ya no hay razones para seguir alimentando a esas mentes retorcidas incapaces de sentir la mínima empatía hacia nada ni nadie. Ya no existe una poderosa razón por la cual debamos seguir acatando las directrices de unos gobiernos que no cumplen con sus ciudadanos. Daros cuenta de que NO tenemos ninguna obligación de ningún tipo, y si la tienes, es porque te obligas tu mism@ a ello.

TÚ eres un SER libre y como tal debes actuar a partir de hoy.

En la LIBERTAD reside tu mayor logro. La LIBERTAD es ser leal a ti mism@. LIBRE eres de crear el mundo a tu manera, de crearte a ti mism@ según lo que te dicte tu corazón. Eres LIBRE para decidir por ti mism@ y no dejar que otros dirijan tu VIDA.

Dejemos de ayudar a las fuerzas del mal y comencemos a pensar y actuar por nosotros mismos.

La consigna: Dejar de acatar sus órdenes. Rebelión pacífica. Abrir un nuevo futuro hacía la PAZ.

Vamos hacia un futuro muy muy oscuro, a rebosar de sacrificios y hambre por doquier… o eso es lo que nos inculcan a todas horas en “EL REINO DE LA NADA”, es el mensaje que intentan de forma desesperada implantarnos en nuestra mente; esto hace que en la mente de nuestro SER se multiplique el MIEDO, EL MALESTAR y EL PESIMISMO, llevándonos exactamente al estado psíquico en el que desean vernos esos malvados espíritus que se creen, ingenuamente, nuestros amos.

BASTA DE ENGAÑO.FIN DE LA OPRESIÓN.NO MÁS MISERIAS PARA LOS MÁS POBRES.NO MÁS DAÑO PARA LA HUMANIDAD

Es hora de despertar a la verdadera realidad. NO necesitamos ser guiados POR NADIE, NO claudicaremos ante un gobierno INEPTO y desleal a su pueblo que NO REPRESENTA a ningún ser de buena voluntad.
  
Se acabó la pena, se acabó la espera inútil para un cambio IRREAL que no vendrá, el esperar a líderes de paja que NUNCA llegarán…
Vamos a ser fuertes, vamos a ser valientes, TENEMOS EL DEBER de ser valientes: por los abuelos y padres que lucharon por un próspero futuro y unos derechos fundamentales de vida, ganados a pulso con sudor y muchas lágrimas; por esos niños del futuro que necesitan de nuestra lucha para sobrevivir dignamente en un mundo generoso, justo, bondadoso; lucha por un futuro sin GUERRAS y sin HAMBRES en esta, nuestra casa de las almas.
 
Amanecer
 
   
SOY OPTIMISTA
 
Soy un optimista. Punto. No tiene vuelta de hoja.
Tal vez sea algo genético. Mi padre era un optimista. Incluso cuando a la edad de 45 años tuvo que huir desde su Alemania natal a un pequeño y primitivo país del Oriente Medio, su ánimo no decayó. Aunque tuvo que adaptarse a un nuevo país, a un clima caluroso, al duro trabajo físico y a una pobreza absoluta, era feliz. Por lo menos había salvado a su esposa y a sus cuatro hijos, el menor de los cuales era yo.
Hoy, en el cumpleaños número 64 de Israel (según el calendario hebreo), sigo siendo un optimista.
Hace algún tiempo me topé en una boda con el escritor Amos Oz y charlamos sobre esta curiosidad mía, mi optimismo. Oz me dijo que él era pesimista. Ser pesimista, dijo, es un estado en el que uno siempre tiene las de ganar. Si las cosas salen bien, eres feliz. Si las cosas empeoran, sigues siendo feliz porque has acertado.
El problema con el pesimismo, le dije, es que no lleva a ninguna parte. El pesimismo le alivia a uno de cualquier impulso para hacer algo. Si las cosas van a empeorar de todas formas, ¿para qué preocuparse? El pesimismo es una actitud cómoda. Incluso te permite menospreciar a los optimistas, que aún luchan por un mundo mejor. El optimismo es cosa de simples.
Pero ahí está precisamente el quid de la cuestión. Solo los optimistas pueden luchar. Si no crees en un mundo mejor, en un país mejor, en una sociedad mejor, no puedes luchar por ellos. Solo puedes sentarte en tu sillón frente al televisor, chasquear la lengua ante la estupidez de la raza humana y de tu propia gente en particular, y sentirte superior.
Cada vez que confieso que soy un optimista me rocían con desdén. ¿Acaso no veo lo que está sucediendo a mi alrededor? ¿Era éste el Estado que imaginabas el 14 de mayo de 1948 cuando escuchaste por la radio el discurso de Ben-Gurion y te preparaste para la batalla de la noche?
No, no me imaginaba un Estado como éste. Mis compañeros y yo nos imaginamos un Estado muy diferente. Y, sin embargo, sigo siendo un optimista.
Cuando hablo de esto siempre me acuerdo de un momento concreto de mi vida. Era octubre de 1942 y el mundo temblaba.
  
En Rusia las tropas nazis habían llegado hasta Stalingrado y se había iniciado la titánica batalla. No había duda de que los alemanes tomarían la ciudad y proseguirían su avance.
Más al sur la invencible Wehrmacht había penetrado en el Cáucaso. Desde ahí la ruta los conducía directamente a Palestina a través de Turquía y Siria.
El renombrado Afrika Korps de Erwin Rommel había roto la línea británica y se había plantado en la aldea egipcia de El Alamein, a unos 106 kilómetros de Alejandría. Desde ahí hasta Palestina solo era cuestión de días.
Ya un año antes los nazis habían ocupado Creta en lo que fue la primera invasión aerotransportada de la Historia.
Para cualquiera que mirara al mapa la situación era clara. Por el norte, el oeste y el sur el coloso militar nazi se desplazaba inexorablemente hacia Palestina con el objetivo de destruir al semi-Estado judío. El rábido antisemitismo de Adolf Hitler no permitía extraer otra conclusión.
Nuestros amos británicos, obviamente, también pensaban igual. Ya habían enviado a sus esposas e hijos a Irak. Ellos mismos, según se rumoreaba, estaban sentados sobre sus maletas, listos para escapar a la primera señal de avance alemán en Egipto.
La Haganá, nuestra principal organización militar secreta, estaba haciendo preparativos frenéticos. Como los héroes de Masada que unos 1.900 años antes se suicidaron colectivamente antes que caer en manos de los romanos, nuestros combatientes se estaban concentrando en las colinas de Carmel para luchar y vender caras sus vidas. Yo acababa de cumplir 19 años y vivía en Tel Aviv, una ciudad que nadie pensaba ni siquiera defender. Sabíamos que era el final.
Cuando la guerra terminó con el colapso total de la Alemania nazi se publicaron muchos libros sobre el curso de la guerra. Se supo que la desesperada crisis de octubre de 1942 sólo había existido en nuestra imaginación.
La invasión aerotransportada de Creta, lejos de ser una brillante victoria, en realidad fue un desastre. Las pérdidas alemanas fueron tan elevadas que Hitler prohibió repetirla. Ignorantes de ello, hacia el final de la guerra los británicos lanzaron su propia operación aérea en Holanda, y también fue un desastre sin paliativos.
Las tropas alemanas que habían llegado a la región del Cáucaso estaban completamente extenuadas y carecían de la capacidad para marchar más hacia el sur. No podían ni soñar con llegar hasta la lejana Palestina.
Y, lo más importante para nosotros, Rommel había llegado a El Alamein con las últimas gotas de gasolina que le quedaban. Hitler, que consideraba la campaña norteafricana como una onerosa distracción del objetivo prioritario — Rusia —, se negó a dilapidar en el desierto su limitada gasolina. Palestina no le importaba un comino. (Y aunque le importara, no tenía manera de transportar combustible a través del Mediterráneo. Los británicos habían descifrado el código naval italiano y conocían al detalle los movimientos de todo buque que abandonaba un puerto italiano.)
  
Moraleja de la historia: incluso en medio de una situación completamente desesperada uno nunca conoce los hechos lo suficiente como para perder la esperanza.
Pero no hace irse 70 años atrás. Basta con observar los últimos acontecimientos.
¿Alguien de nosotros en Israel creía hace un año que la apática juventud “pasota” de nuestro país se iba a levantar de golpe en una protesta social sin precedentes? Si alguien hubiera dicho eso una semana antes de que ocurriera lo habrían sepultado a carcajadas.
Lo mismo le habría sucedido a cualquier persona que a principios del año pasado hubiera vaticinado que los egipcios (¡nada menos que los egipcios!) se alzarían y derrocarían a su dictador. ¿Una primavera árabe? ¡Ja, ja, ja!
Cuando doy una charla en Alemania siempre pregunto: "Si hay entre ustedes alguien que la víspera de que ocurriera hubiera pensado alguna vez que iba a ver con sus propios ojos la caída del Muro de Berlín, por favor, que levante la mano". Jamás he visto alzarse una mano.
Y el acontecimiento más grande de todos, la implosión de la Unión Soviética , ¿quién lo vio venir? No los EEUU, con su gigantesco aparato de inteligencia de varios millones de dólares. Tampoco nuestra Mossad, con sus muchos colaboradores entre los judíos soviéticos.
Ninguno de ellos previó tampoco la revolución iraní que expulsó al Sha.
Lo mismo se aplica a muchas catástrofes provocadas por el hombre durante mi vida, desde el Holocausto hasta Hiroshima.
¿Qué demuestra esto? Nada, excepto que nada se puede prever con certeza. Los eventos humanos los conforman los seres humanos, son los seres humanos quienes dan forma a los acontecimientos humanos. Eso puede ser una buena razón para el pesimismo, pero también para el optimismo.
Podemos evitar los desastres. Podemos lograr un futuro mejor. Y para eso necesitamos a optimistas que crean que se puede hacer. A muchos de ellos.
En el 64º Día de la Independencia de Israel la situación pinta sombría. La paz es una palabra sucia. La mayoría de los israelíes están diciendo: "La paz sería algo maravilloso. Pagaría cualquier precio por la paz. Pero, por desgracia, la paz es imposible. Los árabes nunca nos aceptarán. Así que guerra va a seguir para siempre".
He ahí un pesimismo muy conveniente que nos absuelve de toda culpa y nos permite seguir sin hacer nada.
La "solución de los dos Estados", la única solución real que existe, está retrocediendo a un segundo plano. El régimen de apartheid que ya está establecido en los territorios palestinos ocupados se está extendiendo al interior del propio Israel. Dentro de pocos años vamos a tener un régimen apartheid en toda regla instalado en todo el país histórico, con una minoría judía mandando sobre una mayoría árabe palestina.
En el caso improbable de que Israel se viera obligado a conceder derechos civiles a los palestinos el Estado judío en todo el territorio histórico se convertiría rápidamente en un Estado árabe en todo el territorio histórico.
Los Estados Unidos, el único aliado que le queda a Israel, están declinando lenta e irremisiblemente. La potencia emergente, China, no tiene recuerdos del Holocausto.
La desigualdad social está exacerbada en Israel, más que en cualquier país desarrollado. Eso es lo más que uno puede obtener de los ideales del primer Israel.
Los fundamentos democráticos de la "única democracia de Oriente Medio" se están tambaleando. El Tribunal Supremo de Justicia soporta el asedio permanente de una banda de semi-fascistas incrustados en nuestro gobierno, la Knesset se está convirtiendo en una triste caricatura de un parlamento, la libertad en la televisión y en los medios de comunicación impresos está experimentando un paulatino proceso de Gleichschaltung (lo siento, no hay equivalente hebreo o inglés).
  
¿Puede esta situación ser peor? En el curso de mi larga vida he aprendido que no hay situación tan mala que no pueda empeorar. Y que no hay ningún líder tan detestable que su sucesor no pueda serlo aún más.
Dicho lo cual, puede haber fuerzas poderosas en acción, invisibles e inaudibles, que cambien las cosas para mejor. Es como una presa en un río. Tras el muro de la presa el agua sube lentamente, en silencio, imperceptiblemente. Un buen día el dique cede de golpe y el agua anega el paisaje.
  
Esto no sucederá sin nosotros no jugamos nuestra parte. Lo que hacemos — o lo que dejamos de hacer — forma parte del patrón cambiante. Abrigar esperanzas y creer no es suficiente. Lo esencial es hacer y actuar.
Así que aquí estamos, los optimistas incorregibles.

Uri Avnery - zope.gush-shalom.org
 
happiness 

  
YO AVISO
  
Aviso a Seat, Renault, Vw, Ford, Opel… de que he reparado mi viejo coche y que ya he descartado completamente cambiarlo. Aviso al BBVA, Santander, La Caixa, Kutxa…de que he renunciado a aquella compra que tenía pensada y que no necesitaré ya pedir ningún crédito. Aviso a Bimbo, Danone, Nestlé, Campofrío, Henkel, Fairy, Ariel… de que me he convertido en un experto en marcas blancas, que son las únicas que llenan ahora mi carro.
  
Aviso a El Corte Inglés, Inditex, Cortefiel, Hispanitas….de que ya solo compro ropa en outlets o en rebajas. Ah! y que conozco todas las modistas de arreglos de mi barrio. Aviso a Cepsa, BP, Repsol, Shell, Petronor, Avia… de que me acostumbré a conducir despacio cuando la limitación a 110 y que ahora paso de largo por muchas gasolineras. Y, por supuesto, en los viajes largos uso el bus.
  
Aviso a Prisa, Vocento, Mediapro, Mediaset, Euskaltel y Movistar que la TV de pago ni siquiera la tengo como opción y que he descubierto que se vive perfectamente sin comprar todos los días todos los periódicos. Aviso a las cadenas Barceló, Sol, Zenith, Meliá… de que ya he reservado plaza en un camping para este verano en lugar del hotel de playa de los pasados años. Soy un privilegiado. Tengo un buen sueldo, excelente en comparación con el de la mayoría de mis amigos, así que estas decisiones no son nada comparadas con las que, sí o sí, han de tomar ellos y otros muchos millones de consumidores. Porque -señores- no olviden que austeridad es NO COMPRAR.
   
Quienes hoy aplauden entusiasmados esta reforma laboral que precariza los empleos, que expulsa a la clase media del mercado, que destroza la esperanza de los jóvenes más preparados que miran al extranjero como hicieron sus abuelos, mejor harían en no recalentarse las manos con tanta ovación porque tal vez las necesiten para cavar con ellas la tumba de los negocios que hasta ahora les hicieron ricos. Quien paga sueldos nimileuristas no puede ser tan tonto como para creer que el resto de empresas no harán lo mismo que él y que, por lo tanto, al cabo no habrá consumidores capaces de comprar lo que él tanto necesita vender. Es obvio. Falta solo saber cuánto tardarán en darse cuenta y a cuánta gente habrán destrozado para entonces.
  
Aviso de que mi huelga particular empezó antes del 29 y que se prolongará mucho después. ¿Y la de usted?

Carlos Gorostiza, Licenciado en ciencias de la información y parlamentario vasco

estrellas

Una de las cosas más importantes que hay que entender del hombre es que el hombre está dormido. Aun cuando cree que está despierto, no lo está. Su estado de vigilia es muy frágil; su estado de vigilia es tan insignificante que carece por completo de importancia. Su vigilia es sólo una bonita palabra, pero totalmente vacía.
 
Uno duerme de noche, duerme de día... desde el nacimiento hasta la muerte, uno va cambiando sus pautas de sueño; pero nunca llega a despertar de verdad. Sólo porque hayas abierto los ojos, no te engañes a ti mismo pensando que estás despierto. A menos que se te abran los ojos interiores, a menos que tu interior se llene de luz, a menos que puedas
verte a ti mismo, ver quién eres... no creas que estás despierto. Esa es la mayor ilusión en la que vive el hombre. Y si uno se convence de que está verdaderamente despierto, entonces ya no tiene sentido hacer ningún esfuerzo por despertar.
 
Lo primero que debes grabarte bien en el corazón es que estás dormido, completamente dormido. Estás soñando, un día tras otro. A veces sueñas con los ojos abiertos y otras veces con los ojos cerrados, pero estás soñando... tú mismo eres un sueño. Todavía no eres una realidad.

OSHO
  
HAGAMOS DE ESTE SUEÑO LA REALIDAD QUE QUERAMOS SOÑAR.

  
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WAKE UP – DESPIERTA!

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