“Una sociedad que veía a internet como un camino hacia comunicaciones altamente articuladas y hacia nuevos métodos de creación de significado, en cambio, se está encontrando a sí misma desconectada, denegada de pensamientos profundos y drenada de valores duraderos”
D. Rushkoff
Douglas Rushkoff es, para muchos, el más brillante teórico de los medios en la actualidad. Su capacidad para interpretar los patrones conductuales que se generan a partir del flujo mediático, así como para definir las múltiples agendas que aprovechan la mediatización de la sociedad, hacen de este profesor de la Universidad de Nueva York y autor de una decena de libros, un estimulante intérprete a quien recurrir para comprender nuestra compleja actualidad.
Leamos algunos de sus interesantes visiones:
Tras la II Gerra Mundial, el gobierno estadounidense trabajó junto con tipos como los Levitt Brothers para desarrollar comunidades que aislaban a la gente de la otra, enfocándola en la familia nuclear y preocupándola con coleccionar bienes de consumo que a su vez mantenían la economía de la edad industrial creciendo como necesitaba.
Lo que pasó es que las corporaciones, como la industria automotriz, necesitaba caminos, así como la industria energética en la actualidad necesita una regulación que impida a la gente usar energía solar.
Así que los gobiernos hacen que se escriban leyes cambiantes, escriben leyes para hacer lo que quieren. Básicamente dirigen las redes ferroviarias o las carreteras a través de los bienes raíces que quiere tener o la industria automotriz quiere que más personas usen coches, así que coloca a uno de sus hombres en la Secretaría de Defensa y éste logra que se construyan caminos para los coches y hace que todos vivan en los suburbios donde se necesitan coches para ir a trabajar.
La siguiente generación que crece con las cosas de esta forma piensa simplemente que así son las cosas. Así que la forma en la que son internalizados los valores corporativos es asumiendo que las reglas que están en lugar son condiciones preexistentes del universo y no reglas hechas por ciertas personas en un tiempo determinado con cierta agenda.
Para mantener la economía creciendo a ese ritmo tuvimos que crear una sociedad de consumo de personas buscando la satisfacción a corto plazo en vez de trabajo a largo plazo. Terminamos creando una economía mucho más dependiente en la especulación que en bienes reales. Terminamos necesitando expandirnos a través del terror geopolítico porque la colonización ya había acabado. Así que terminamos destruyendo muchas naciones en desarrollo para desarrollarnos nosotros y terminamos a la larga en la bancarrota.
Creo que todo es un arreglo temporal. Si te das cuenta, es la razón por la cual hemos llegado al punto en el que vamos a tener que aprender a hacer algo y crear, vamos a tener que crear valor (bienes). Así que vamos de regreso al recambio.
Así es, o creamos valor o la otra alternativa es desarrollar una política fiscal basada en el modelo de abundancia y no en el modelo de escasez. Crear mercados escasos para las cosas funciona muy bien cuando hay un escaso mercado para las cosas. Si alteramos esto y pensamos que en realidad ya tenemos suficientes cosas y comida, podríamos cada quien trabajar un día o dos a la semana y tener todas las cosas que necesitamos…
Las personas deben convencerse a dejar de externalizar/delegar toda su actividad económica, consumo y producción a las extremadamente ineficientes compañías a larga distancia, que extraen la virtud humano sin crear ningún tipo de valores. Pierdes todo balance.
Eso no significa que debamos protestar todo el tiempo contra todas las corporaciones, pero ¿que sucede cuando retomas el 90% de las cosas que puedes hacer localmente o con tus amigos y les das sólo el 10 % a las corporaciones?. Es lo más activista que puedes hacer. Solamente la idea de que las personas puedan ahorrar el 80% de su dinero tiene a las personas dentro del sistema financiero temblando.
Las Corporaciones han persistido porque los reyes reescribieron las leyes para preservarlas. Las corporaciones fueron inventadas por los reyes como una forma por la cual podían hacer dinero sólo por tener dinero y sin crear valor por sí mismos. Así que crearon monopolios los cuales cedieron a sus amigos a cambio de acciones de esas compañías. Y esto persistió porque los reyes fueron capaces de escribir leyes que les dieron ventajas a esas corporaciones en todos los periodos. Así que siempre que las corporaciones han sido amenazadas por algún tipo de competencia, el rey, o en nuestra era el gobierno, termina reescribiendo las leyes para favorecer la actividad corporativa sobre la actividad local, de los pequeños negocios. Es simplemente corrupción.
Debes decirle a esa economía en la que están trabajando los gobernantes: no tiene nada que ver conmigo. Voy a trabajar dos días a la semana en la comunidad para apoyar a la agricultura que está cerca de mi, voy a servir de voluntario en la escuela pública o trabajar en la librería. Me voy a desconectar de esa economía y a darme cuenta de que salirme no es salirme, salirme es salir de vuelta al mundo real.
Se han adueñado del mundo virtual y lo han construido y nos han convencido de que ahí está la acción. La acción no está ahí, la acción está donde están tus hijos, la comida y el agua que está entrando a sus células todos los días y eso que están haciendo allá arriba no puede durar para siempre. Realmente no puede.
Lo que está en nuestra sangre es la necesidad de creer. Somos muy, muy idealistas, personas optimistas, calvinistas espirituales. Así que tenemos ese camino amarillo de Frank Baum y esa añoranza del cielo de la recompensa que nos desconecta con el momento. Por eso somos tan susceptibles al consumismo y a la propaganda. Es muy bonito que queramos creer. Pero la creencia en sí misma nos desconecta.
Las corporaciones nos convencen de su virtud votando por Obama o sosteniendo reuniones populares o comprando sus cosas de las personas que se promocionan en el nuevo portal de compra en vez de hacerlo en otro portal. Al final, la virtud no es un perfil de consumo. La virtud es una forma de verdaderamente relacionarse con las personas en la vida real.
En su obra “Program Or Be Programmed” (Programa o sé programado), Douglas Rushkoff busca concienciar acerca de cómo las tecnologías digitales, tienen ciertos sesgos o tendencias que afectan la manera en que nos relacionamos con el mundo y nuestra perspectiva sobre él.
La idea central del libro es que en cada revolución mediática cambia la perspectiva que tenemos frente al mundo. El plan es que logremos reconocer de qué forma esta perspectiva no es inocente cuando se trata de las tecnologías digitales y así prepararnos mejor para hacer lo que queremos y no lo que dichas tecnologías nos inclinan a hacer.
Debemos conocer los sesgos o tendencias de las tecnologías que usamos y volvernos participantes conscientes de sus emplazamientos.
El pensar ya no es una actividad exclusivamente personal. Es algo que sucede de una nueva manera, interconectada. Pero el organismo cibernético por ahora funciona más como una muchedumbre que como un cerebro humano colectivo.
La resistencia es inútil. Pero también lo es el abandono de la experiencia personal de cada individuo. Hay un lugar para la humanidad -todos nosotros- en el nuevo orden cibernético.
Se revisa y reescribe el status quo por aquellos que logran tener acceso a las nuevas herramientas. Desafortunadamente, suele tratarse de «pequeñas elites».
- La invención de la imprenta llevó a una sociedad de lectores, y no a una de escritores.
- La radio y TV son medios de uno-a-muchos que distribuyen historias e ideas de una «pequeña elite».
- No hacemos televisión: la miramos.
Las computadoras nos ofrecen, finalmente, la posibilidad de escribir. Y escribimos en nuestros blogs, sitios y redes sociales.
Les enseñamos a los niños cómo usar software para escribir, pero no les enseñamos a escribir software. Tienen acceso a las capacidades otorgadas por otros, pero no tienen el poder para determinar las capacidades de generación de valor de estas tecnologías por sí mismos.
Adoptamos las nuevas tecnologías y alfabetizaciones de nuestra era sin aprender realmente cómo funcionan ni cómo operan sobre nosotros. Es por esto que nos quedamos un paso atrás respecto de lo que efectivamente nos ofrecen.
La sociedad permanece ubicada muy por detrás del conocimiento y capacidad que tienen aquellos pocos que monopolizan el acceso real al poder, durante cualquier era mediática.
Lo que se pone en juego es nuestra mismísima capacidad de actuar.
En una era digital, perder el poder podría significar rendirnos frente a las máquinas cediéndoles nuestra propia capacidad para darle forma a la realidad. Este proceso parecería ya haber comenzado.
En una era digital, perder el poder podría significar rendirnos frente a las máquinas cediéndoles nuestra propia capacidad para darle forma a la realidad. Este proceso parecería ya haber comenzado.
EN VEZ DE OPTIMIZAR NUESTRAS MÁQUINAS PARA LA HUMANIDAD, OPTIMIZAMOS A LOS HUMANOS PARA LAS MÁQUINAS.
La era industrial nos desafió a repensar los límites del cuerpo humano: ¿Dónde termina mi cuerpo y comienza la herramienta?
La era digital nos desafía a repensar los límites de la mente humana: ¿Cuáles son los límites de mi cognición?
MIENTRAS QUE LAS MÁQUINAS USURPARON EL VALOR DEL TRABAJO HUMANO, LAS COMPUTADORAS Y REDES HACEN MÁS QUE USURPAR EL VALOR DEL PENSAMIENTO HUMANO.
10 MANDAMIENTOS PARA UNA ERA DIGITAL - by DOUGLAS RUSHKOFF
Tiempo. No estarás siempre conectado.
Internet es una red asincrónica, no es sensato depender de ella permanentemente. Debe fomentarse el reconocer que “mi tiempo es mío”.
Lugar. Vivirás en persona.
No harás remotamente aquello que puedas hacer en persona. Usar la larga distancia en situaciones de corta distancia es desaconsejable. No uses la educación a distancia en contextos localizados.
Elección. Siempre podrás elegir no elegir entre las opciones.
Sitios como Facebook obligan a elegir de un conjunto definido de opciones, sin lugar a la diferencia.
Complejidad. Nunca tendrás toda la razón.
La red reduce la complejidad. Inclinados en contra de las contradicciones y compromisos, los medios digitales polarizan todo en campos opuestos, incapaces de reconocer valores compartidos o lidiar con las paradojas.
Escala. No hay talle universal.
Internet tiende a poner todo en el mismo nivel universal. Se debe exaltar lo particular. No todo es escalable, debe escalarse o necesita escalarse.
Identidad. Sé tú mismo.
Nuestras experiencias digitales son incorpóreas. No habrás de ser anónimo. Rushkoff dice “trabaja en contra de la tendencia de la red de promover el anonimato” El anonimato promueve el volverse parte de una muchedumbre o “turba polarizada” que carece de sentido de consecuencia, ignorando el prejuicio. “Es liberador promocionarse a uno mismo en línea”, dice Rushkoff.
Social. No venderás a tus amigos.
Debemos recordar que la tendencia de los medios digitales es hacia el contacto con otras personas, y no hacia su contenido o dinero.
Hechos. Dí la verdad.
La red es como un suero de la verdad: di algo falso y eventualmente será revelado como una mentira. La tecnología digital está inclinada en contra de la ficción y hacia los hechos, en contra de los cuentos y hacia la realidad. Esto significa que la única forma de comunicarse en estos espacios es decir la verdad.
Amplitud. Comparte, no robes.
La arquitectura de las tecnologías digitales es una de recursos compartidos ha engendrado una tendencia hacia la apertura. Es como si nuestra actividad digital quisiera ser compartida con los demás. En tanto la la cultura y la economía carece de experiencia en este tipo de ecosistemas de colaboración, tenemos un gran problema distinguiendo entre compartir y robar.
Propósito. Programa o sé programado.
No es ni muy difícil ni muy tarde para aprender cómo es el código que funciona detrás de las cosas que usamos, o al menos entender que hay código detrás de las interfaces.
De lo contrario, estamos a merced de aquellos que hacen la programación, la gente que les paga, o la tecnología misma.
Programar es el punto clave, el gran punto máximo en una sociedad digital. Si no aprendemos a programar, nos arriesgamos a ser programados.
De lo contrario, estamos a merced de aquellos que hacen la programación, la gente que les paga, o la tecnología misma.
Programar es el punto clave, el gran punto máximo en una sociedad digital. Si no aprendemos a programar, nos arriesgamos a ser programados.
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