Jiddu Krishnamurti
Juzgamos a todas horas y en todo momento. Juzgamos a otros y nos juzgamos a nosotros mismos, y lo hacemos por el condicionamiento al que estamos sometidos desde siempre por infinitos medios de influencia que nos predisponen a “querer ser de cierta manera”, y aquellos que no comulguen con los cánones establecidos por “el sistema de influencias”, pasan a lo que podríamos denominar una especie de purgatorio terrenal, donde conviven junto al resto de congéneres humanos pero sin resultar aceptados ni aceptables para el resto de la sociedad.
Así que la gran mayoría de nosotros tendemos a seguir las reglas, a “querer ser o hacer” lo que los demás hacen o dicen ser. De hecho ni tan siquiera nos planteamos el porqué de casi nada de lo que hacemos/decimos/pensamos/o juzgamos hacia nosotros mismos o hacia las demás personas.
Siendo tal el panorama, se entiende perfectamente pues, que estemos perdidos dentro de una sociedad de consumo que vive y respira solo para aparentar aquello que seguramente nunca podrá ser. Y dentro de este absurdo estilo de vida sin igual, y para rizar el rizo, nos condicionamos hasta tal punto que dejamos de querernos a nosotros mismos para pasar a querer a otros… mejor dicho: querer ser otros.
Nos menospreciamos a cada rato, y lo hacemos por no sentirnos lo suficientemente guapos, altos, delgados, sensuales, apetecibles… y en cambio vemos en nosotros todo tipo de defectos, casi siempre exagerados o irreales, acerca de nuestro físico ¡sobretodo nuestro físico!, o nuestro modo de actuar en sociedad, es decir de “aparentar ser aquello que no soy”.
Bebemos de las imágenes que creamos a través de nuestra mente segundo a segundo, proporcionándonos nuestra propia realidad personal y única, que por tanto es diferente para cada persona. Imágenes que vemos en la tele, en los anuncios, en las revistas, en el cine, en todo medio dominante o de peso. Arquetipos de tendencia única que se imprimen en nuestro cerebro con fuerza y que se quedan como modelo a seguir para el resto de nuestra vida, porque aún siendo consciente del error, seguiremos “queriendo ser” como los otros… por siempre. Es el mismo mecanismo de cualquier adicción, de cualquier mal hábito que se adquiere y del que no nos deshacemos nunca.
Depender psicológicamente de ciertos “valores” contribuye a la superficialidad, es decir, a la incapacidad de profundizar en las cosas, y sin profundizar en nada, la vida carece de sentido alguno.
Este sistema de influencias comenzó dirigiéndose principalmente al sector femenino. De descomunal proporciones, sus tentáculos han alcanzado el nivel más profundo de nuestra psique y lo han hecho de tal manera que lo que era locura se ha convertido en realidad y es tratado como “normalidad”.
Tal es su poderosa influencia que a los hombres también ha embaucado y ahora todos sucumben ante los deseos de su engañosa publicidad.
Así somos o nos hemos convertido en una sociedad donde la lucha de EGOS es el deporte favorito, donde las universidades se han transformado en centros donde cultivar el cuerpo o mega catedrales del placer donde gastarse lo poco ganado en mantener nuestros adornos para avatares al día.
El vivir para obtener aquello que deseamos y seguir haciéndolo infinitamente se inició en algún olvidado y no tan remoto momento de nuestra historia donde el interés rondaba en torno a la evolución y desarrollo de la industria, del comercio, de una sociedad recién estrenada basada en el capitalismo y su adorado compañero de viaje el materialismo, que sin ni poderlo imaginar se iba a convertir en el maná de todo buen ciudadano.
Así que fuimos dejándonos llevar por la novedosa tendencia, que a todos gustaba, que a todos daba grandes satisfacciones y nos hacía sentir reinas y reyes, aunque solo fuera por un día, por un momento, por un pequeño instante en el que saborear las mieles prohibidas y solo degustadas por unos pocos privilegiados en el mundo. Nos creímos el cuento y quisimos jugar a ser Dioses en el paraíso, y ello nos trajo al mundo actual. El lugar que entre todos quisimos tener y aquel del que todos se quejan ahora…¡demasiado tarde baby!
Al dejarnos influenciar por los estereotipos “de moda”, decidimos imitarlos y ello conlleva un sinfín de amarguras, de historias con fatales finales; vivimos avocados al desastre, al desastre de una vida sin sentido, sin confianza ni autoestima para nuestro ser.
Cuerpos engañados, creyentes obcecados por la artificialidad de un mundo ficticio e imposible que nos venden como modelo a seguir. Films, actrices/actores, cantantes y flautistas que mueven a las masas para que sigan su rastro repleto de lodo y miseria. Pobres vestidos de reyes y reyes disfrazados de gurús… pero aquí seguimos y todo sigue igual, como en el eterno día de la marmota, levantándonos día a día con esa sensación de “hoy es un nuevo día”… pero cuando te das cuenta, sigue siendo ayer.
Nadie tuvo en cuenta los pros y contras, nadie pensó siquiera en el futuro que formaríamos, en este presente del que ahora nadie puede escapar, ni tan solo cambiar, porque nos tiene totalmente presos, esclavos de nosotros mismos.
Porque al final lo que todos quieren es volver a tener aquello que han perdido, volver a la rueda del consumismo sin fin, del “vivir felices para siempre” en el sueño eterno que nos ofrecía el sistema, esa falsa seguridad que ahora vemos tambalearse, y con esa despiadada y despertadora visión, llega el miedo, el temor a no volver a ser los que éramos; pero ¿qué éramos? ¿estás seguro de querer seguir en el juego? El juego que te ha llevado al punto de pensar solo en tu bienestar por encima de todo, de todos… El juego que te hace esclavo de tu cuerpo, de un cuerpo que no será capaz de seguir tu ritmo porque sigue su propio juego, aquel que la naturaleza humana nos impone y del que nadie escapa pese a nuestros intentos por sortear la vejez… Ese cruel juego que nos trata como a marionetas sin cerebro, que solo desea mantenerte ahí varado ¡por siempre!
El sistema ha conseguido dominar a la gente de la manera más fácil, dándoles golosinas que perseguir, consiguiendo —al igual que el flautista de Hamelín— que la gran mayoría siga viviendo al son de la flauta que resuena desde las multinacionales opresoras y explotadoras, desde los medios manipulados para tocar la única canción que les designa su amo, desde las pasarelas que claman por carne fresca y joven a quiénes moldear, o desde cualquiera de los gobiernos que lo toleran todo a cambio de obtener el boleto ganador.
¿Quien se apunta a cambiar de vida? a comenzar a saber dónde estamos, cual es la situación real y a ser verdaderamente consciente de todo, con todas las consecuencias que ello implica: es decir, saberse esclavo humano, saberse condicionado de por vida, saberse ciudadano de un sistema opresor y dictatorial…
No vuelvas nunca atrás y seguirás descubriendo tu verdadero yo.
Solo con la suficiente conciencia y fuerza de voluntad podremos deshacer el hechizo que nos mantiene embriagados de amor a lo superficial, a la nada, a la terrible sensación del vacío…
Para terminar, un magnífico pequeño cuento ideado por Diego Jiménez:
Un día cualquiera, en una ciudad cualquiera de un país cualquiera, nació una niña preciosa. Sus maravillosos ojos lo miraban todo con curiosidad.
Cuando empezó a caminar por la ciudad le dijeron que para ser guapa había que llevar vestidos bonitos. Y dejó de sentirse guapa si no llevaba un lindo vestido.
Le dijeron que si cambiaba el color de su piel sería más guapa y la enseñaron a maquillarse. Y dejo de sentirse guapa si no iba maquillada.
Le dijeron que para ser guapa tenía que ser más alta, así que se puso y sufrió sus primeros tacones. Y se sentía bajita y enana si no llevaba tacones.
Le dijeron que para ser guapa tenía que ser delgada. Ya nunca pudo comer lo que le gustaba sin sentirse culpable.
Y le dijeron que su pelo… Y le dijeron que su cintura… Y la dijeron que su pecho…
Hasta que aquella niña se sentía tan fea, que todos los días necesitaba hacer grandes sacrificios para sentirse un poco más guapa.
Terminó por estropearse la piel por maquillarse a diario, a destrozarse los pies al llevar tacones durante muchas horas al día y a desnutrirse por querer mantener su cuerpo extremadamente delgado.
La habían enseñado a no quererse tal y como era, había aprendido a necesitar cientos de añadidos ortopédicos para ser digna de los demás.
Hasta que empezó a temer que los demás descubrieran como era ella en realidad. Y sintiéndose así de fea, se enamoró de un chico que la trataba como si ella no fuera digna de él. Y a ella… ¡le pareció normal!
Y sintiéndose así, fea, sin aceptarse a sí misma, permitió que la maltrataran.
No olvides nunca que la verdadera belleza es una actitud. Y que eres increíblemente preciosa cuando eres autentica.
Relaciones humanas, poder y propaganda
Una de las causas de la dependencia psicológica del hombre es el miedo a la soledad y la incapacidad para auto-realizarse como sujeto autónomo, lo que deriva en relaciones basadas en el consumo, propias de una sociedad degradada por la obsesión con el placer del dinero, el sexo, entretenimiento de todo tipo y bienes materiales. La consecuencia de la sociedad de consumo deriva en diferentes formas de neurosis inducidas por la propaganda estatal y capitalista y por una apego al Yo. Uno de los factores determinantes en la conquista total del espíritu humano por parte de las élites de poder es el estudio del condicionamiento psicológico y el Ego. La imagen creada por los especialistas mediante la propaganda se adhiere a la estructura del pensamiento de la gente (Ego), lo que confiere un "universo particular", un "modus vivendi" y también la capacidad para poder desarrollarse con sus semejantes.
El grado de adaptación dependerá de varios factores, el nivel de tolerancia de la persona, su visión del mundo y el entorno, el grado de adoctrinamiento cultural, social y político recibido por la propaganda en general, etc.
SI la estructura psicológica del individuo es débil, ésta sucumbirá ante los acontecimientos que se irán desarrollando durante su existencia, con lo cual se hará dependiente de una forma impuesta de vida principalmente a todos los niveles. Descubrir las formas de dependencia en nosotros, es hallarse a uno mismo, se trata entonces de romper con las costumbres formas y métodos de una vida alienante y sustituirla por las autónomas, singulares sin restricciones ni dogmas. Sin autoridad. Lo que equivale a ser lo más independiente posible y guiarse por la intuición de la Novedad creativa y espontánea como forma de existencia. Lo que significa no atarse y aferrarse a ningún patrón de pensamiento y conducta, partir de cero como auto-realización, volver a nacer a cada momento es destruir el pasado y su poder, que nos mutila como seres humanos para construirnos de nuevo como seres libres de la condena consentida por nosotros mismos y después impuesta por el sistema.
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