El otro día, leyendo el manifiesto de unos prestigiosos economistas europeos, comentaban estos que para salir de la crisis hacían falta políticos “audaces” que rompieran con el establishment político-económico de la UE en caso que fuera necesario. Antes claro, hacía falta que ciudadanos “audaces” votarán a estos partidos con ideas “audaces” para que, una vez en el poder, aplicaran estas políticas de priorización del bienestar ciudadano, políticas convenientemente etiquetadas como de extrema izquierda por aquellos a los que no les interesa que se apliquen.
Parece obvio que para romper una dinámica negativa es necesario propiciar un cambio que modifique la inercia actual por otra que, a poder ser, sea positiva. Los partidos políticos, sobre todo cuando están en la oposición, usan de forma masiva la palabra “cambio” en sus carteles electorales para sugestionar a los indecisos para que inclinen su voto hacia cualquier partido que no sea el que está gobernando.
Pero ¿somos audaces? Veamos primero el significado de la palabra “audaz”:
audaz.
(Del lat. audax, -ācis).
1. adj. Osado, atrevido.
Según la Real Academia Española significa ser “osado, atrevido”, donde el atrevimiento es la “determinación a algún hecho o dicho arriesgado” y donde el “riesgo” está definido como “posibilidad o proximidad de un daño”. Mirando en diccionarios de otros idiomas comprobamos que la certeza de proximidad de daño que nos ofrece la RAE no existe, y la definición de riesgo más correcta sería “contingencia (posibilidad) desfavorable a la cual está expuesto alguien o alguna cosa, peligro incierto”, es decir que cuando se asume un riesgo hay probabilidades de que las consecuencias sean negativas, pero no necesariamente.
En el III barómetro autonómico del Centro de Investigaciones Sociológicas se preguntaba en una sola Comunidad Autónoma la siguiente pregunta:
Las personas a menudo se enfrentan a riesgos cuando tienen que tomar decisiones económicas, profesionales o en otros aspectos de la vida. En términos generales, ¿cómo se posicionaría Ud. en la siguiente escala?
Los motivos por los cuales se realizó esa pregunta en tan solo en una Comunidad los desconocemos, de hecho en los resultados del barómetro se observan preguntas anexas que se realizaron de forma asimétrica entre las diferentes Comunidades. Se formuló esa pregunta a 1.186 personas y los resultados se resumen en este gráfico:
Agrupando resultados obtenemos que un 46,9% de los encuestados se siente —en mayor o menor grado— incómodo en la asunción de riesgos, un 20,1% no se siente ni cómodo ni incómodo, y un 32,7% de los encuestados se siente cómodo asumiendo riesgos. Si bien es cierto que la pregunta especifica de que la toma de decisiones puede estar relacionada con la economía, el trabajo, u otros aspectos de la vida, hay que señalar que la pregunta se formuló tras otras relacionadas con la crisis y la situación en el contexto de incertidumbre actual, lo cual pudo condicionar la respuesta de los entrevistados hacia un enfoque puramente de riesgo económico.
La explicación del porqué la gente es tan reticente a los cambios debemos buscarla en el cerebro. La mayoría de seres vivos compartimos dos miedos primigenios: el miedo a vivir y el miedo a morir, el primero también es definido como miedo al cambio y el segundo como miedo a la no supervivencia, este último es el más fuerte de todos y ambos se encuentran ubicados en el sistema límbico. El miedo es una emoción displicente al igual que el dolor, pero es un simple indicador, un aviso que nos da el sistema límbico, y a diferencia del resto de animales, nosotros podemos evaluar con el sistema neo-cortical esa emoción de una forma racional. Podemos anotar una lista de pros y contras del riesgo, podemos contrastar esa emoción con otros congéneres, o podemos recopilar información que nos ayude al fin y al cabo a tomar la decisión más apropiada. El cerebro no ha evolucionado para cambiar continuamente, sino para repetir hábitos, eso dificulta sobremanera la gestión de los cambios durante toda nuestra vida, podemos observarlo analizando a otros miembros de nuestra especie o fijándonos en los mamíferos domésticos, que buscan realizar las mismas acciones a diario. El cerebro vive feliz en la rutina y se pone nervioso con los cambios, prefiere dejarse llevar por la inercia y solo forzar cambios cuando sea realmente necesario, como ha sucedido en diferentes etapas de la evolución.
Y entonces ¿por qué hay unas personas más reticentes al riesgo que otras? Bien, la explicación es compleja y pasaría por la suma de factores neuronales que pueden ser de origen genético y de factores socio-culturales. Centrándonos en este último aspecto existen estudios que asocian un mayor nivel de inteligencia a una menor resistencia a los cambios, los especialistas proponen dejar a un lado la expresión “los seres humanos se resisten a los cambios” y sustituirla por “los seres humanos inteligentes aceptan (o no temen) los cambios”. Es un hecho que las puntuaciones medias en las pruebas de inteligencia en países industrializados han aumentado entre tres y ocho puntos por década durante el siglo XX, aunque se debe a la mejora de las condiciones de vida de los niños económicamente más desfavorecidos, no a una evolución cerebral, algo que necesita de millones de años para producirse, los humanos actuales poseen la misma inteligencia que los primeros pobladores de la Baja Mesopotamia de hace diez mil años.
Si bien es cierto que todos los homo sapiens de la actualidad tenemos el mismo potencial cerebral independientemente del lugar de nacimiento y de las condiciones socio-culturales, no es menos cierto que ese potencial puede permanecer oculto a no ser que se estimule el cerebro durante su etapa de mayor crecimiento —entre los cero y cinco años—, y durante el resto de infancia y adolescencia. Esa es la única forma de alcanzar su máximo desarrollo cognitivo y social, y evitar así toda una serie de problemas de salud mental que se desencadenarán durante la etapa adulta y que tienen su origen en la primera infancia.
Según las publicaciones de la Unesco y el World Factbook de la CIA entre otras, se constata un aumento exponencial de la alfabetización en los países subdesarrollados y un mayor nivel de escolarización y nivel educativo en los países más desarrollados, lo que nos invita a pensar que cada vez somos más inteligentes, cada vez se aprovecha más la inteligencia de la cual estamos dotados al nacer.
Pero volvamos al manifiesto de aquellos economistas europeos de izquierdas y veamos qué relación tienen el nivel de estudios y la edad con la ideología política, para ello recurriremos de nuevo a una pregunta del mismo barómetro autonómico del CIS, aunque esta vez sí que se realizó la misma preguntas en todas las Comunidades, un total de 11.181 personas respondieron a la siguientes preguntas:
Cuando se habla de política se utilizan normalmente las expresiones izquierda y derecha. En esta tarjeta hay una serie de casillas que van de izquierda a derecha. ¿En qué casilla se colocaría Ud.?
Las respuestas se reflejan los siguientes gráficos:
Aunque los datos no son concluyentes, sí que se aprecia que el número de personas con estudios que se considera de centro-izquierda o de izquierda, aumenta ligeramente en relación al nivel de estudios. Más revelador resulta el gráfico por edades, ya que por ejemplo en el rango de 18-34 años, un 36,6% de los entrevistados se considera con ideologías de izquierdas mientras que solo un 11,6% se considera afín a ideologías de derechas. Esa tendencia se va igualando con la edad hasta llegar al rango de 65+, donde un 20,5% se considera de izquierda y un 17,7% de derecha. Por eso las tendencias de izquierda se denominan progresistas y las de derecha conservadoras, se constata que las personas jóvenes tienen menos miedo a promover cambios en la sociedad y, por tanto, son más audaces que el resto de personas.
Post by Xoco