El vuelo del Águila

eagle

Avanza... con los pies en la tierra, y la mirada en el infinito
 
Jorge A. Vela Del Águila






Para la mayoría de nosotros la libertad es una idea, no una realidad. Cuando hablamos de libertad, lo que queremos es ser libres en lo externo, hacer lo que nos plazca, viajar, estar libres para expresarnos de diferentes maneras y para pensar lo que gustemos.
La expresión externa de la libertad parece ser de extraordinaria importancia, especialmente en los países donde hay tiranía y dictadura. Y en aquellos países donde es posible la libertad externa, uno busca más y más placer, más y más posesiones.
Si es que vamos a inquirir profundamente en lo que la libertad implica: ser total y completamente libres en lo interno -lo cual se expresa luego exteriormente en la relación con la sociedad- entonces me parece que debemos preguntarnos si la mente humana, que está tan excesivamente condicionada, puede alguna vez ser del todo libre.
¿Tiene la mente que vivir y funcionar siempre dentro de las fronteras de su propio condicionamiento, de manera que no haya posibilidad alguna de libertad para ella? Vemos cómo la mente, al comprender de manera verbal que no existe libertad alguna sobre esta tierra, ni interna ni exteriormente, comienza entonces a inventar la libertad en otro mundo, una liberación futura, un cielo, etcétera.

¿Puede existir libertad psicológica completa, de manera que la mente humana pueda dar con algo que no sea temporal, que no sea producto del pensamiento, y que al mismo tiempo no constituya un escape de las realidades de la vida cotidiana?
A menos que la mente humana esté del todo libre interna, psicológicamente, no es posible ver lo que es verdadero, ver si existe una realidad que no sea inventada por el temor, que no sea moldeada por la sociedad o por la cultura en que vivimos, y que no sea un escape de la rutina diaria, con su tedio, soledad, inquietud y desesperación. Para descubrir si realmente existe tal libertad, uno tiene que darse cuenta de su propio condicionamiento, de los problemas, de la monótona superficialidad, del vacío e insuficiencia de su vida cotidiana y, sobre todo, tiene que darse cuenta del temor. Uno ha de ser consciente de sí mismo no de manera introspectiva o analítica, sino dándose cuenta de cómo uno es en realidad, y ver también si es posible estar enteramente libre de todos esos problemas que parecen nublar y confundir la mente.

¿puede la mente, tan recargada como está, poner fin por completo, no sólo a su condicionamiento, sino también a sus miedos? Porque es el miedo lo que nos hace aceptar el condicionamiento

Hay temores físicos y temores psicológicos. Existen los miedos físicos al dolor y los miedos psicológicos, el recuerdo de haber sufrido dolor en el pasado, y la idea de que puede repetirse ese dolor en el futuro. Existen también los miedos a la vejez y a la muerte, los miedos a la inseguridad física, a la incertidumbre del mañana, a no lograr ser un gran éxito, a no llegar a realizar la ambición de ser alguien en este feo mundo; los miedos a la destrucción, a la soledad, a no amar o no ser amado, etc. Existen los miedos conscientes al igual que los miedos inconscientes. ¿Puede la mente estar completamente libre de todo esto? Si la mente dice que no puede, entonces se ha incapacitado ella misma, se ha distorsionado y es incapaz de percibir, de comprender; incapaz de estar quieta, en completo silencio. Es, pues, una mente que en la oscuridad busca la luz sin jamás encontrarla y, por lo tanto, inventa una “luz” hecha de palabras, conceptos, teorías.

Estamos tratando de descubrir la verdad sobre la cuestión del miedo, en forma tal que la mente no vuelva a abrigar temor y esté, por lo tanto, por completo libre interna, psicológicamente, de toda dependencia. La belleza de la libertad es que no deja rastro. El águila, en su vuelo, no deja rastro; el científico lo deja. Al inquirir en esta cuestión de la libertad es indispensable que haya, no sólo la observación científica, sino también el vuelo del águila que no deja rastro alguno. Ambos son necesarios; tiene que haber tanto la explicación verbal como la percepción no verbal, pues la descripción nunca es la realidad descrita: es obvio también que la explicación nunca es la cosa explicada. Es decir, la palabra nunca es la cosa.
Si todo esto está claro, entonces podemos proseguir. Podemos descubrir por nosotros mismos -no por boca del que habla, no por medio de sus palabras, ideas o pensamientos- si la mente puede estar completamente libre del miedo.
 
J. Krishnamurti
 
Libro - EL VUELO DEL ÁGUILA


Comparte esta entrada

votar